martes, 14 de julio de 2009

Capítulo 4

El chico que amablemente me invitó a la copa era Jonathan. Johnny y yo éramos amigos desde niños, nos criamos juntos y como en aquel momento estudiaba fuera por primera vez en nuestras vidas nos habíamos separado. Fui a saludarle y agradecerle el gesto que había tenido conmigo invitándome, esa tarde no habíamos tenido tiempo para hablar y había muchas cosas que debíamos contarnos. Era agradable estar con él otra vez, como si siguiéramos siendo niños y nada hubiese cambiado. Pasamos largo rato hablando, me decía como le iba en la universidad, como le gustaría que estuviéramos allí y pudiéramos disfrutar con él de todo aquel ambiente que se respira en Madrid... Más tarde me preguntó que si quería bailar y acepté encantada, era consciente de ser la envidia de muchas de las chicas que nos rodeaban con el que para mí tan solo era como un hermano.

De repente noté como alguien ponía suavemente su mano en mi hombro.

-¿Me la prestas?
-Claro, toda tuya.- y añadió Johnny mirándome a mi- Luego nos vemos pequeña, llámame si necesitas algo.

Sonreí dulcemente mientras contemplaba la situación y Jonathan se alejaba guiñándome un ojo. Todo parecía sacado de una película. Como en uno de mis sueños. Cuando conseguí volver al mundo real ya estaba bailando con él.

-¿Qué pasa? ¿A mi no piensas preguntarme?- le pregunté cruzando los brazos y mirándole fijamente.
-¿Preguntarte qué? ¿Si quieres bailar? Supuse que querrías bailar conmigo ya que a mi me apetece bailar contigo.- Es estúpido, pensé. Un estúpido encantador con unos ojos preciosos y la sonrisa perfecta.
-Pues creo que supones demasiado.
-Perdona Carolina, no quería parecer tan imbécil, ven, sígueme.
-¿Dónde me llevas?- pregunté mientras claramente veía como me arrastraba hasta la salida de la discoteca.
-El ambiente está muy cargado y me apetece hablar contigo tranquilamente.

Así nos apartamos del ruido, las luces y la gente...

Recogimos las chaquetas y le seguí hasta la calle donde hacía algo más de frío cubriéndome con el fular que llevaba en el cuello. Caminamos largo rato en la oscuridad de la noche sin decirnos nada. Aquella noche sobraban las palabras. Todo era un sueño mágico del que no quería despertar. El olor de los recién florecidos jazmines impregnaba la noche. Podía saborear la dulzura del momento y deseaba con todas mis fuerzas que no terminara nunca. Nos sentamos en un banquito a las afueras del pueblo, mirando como pronto comenzaría a amanecer. Le dio una calada al cigarro que tenía entre sus manos. En ese momento me dieron unas ganas enormes de coger mis lienzos y mis acuarelas y pintarle, rogarle que posase para mí. Desde niña me gustaba coleccionar momentos como aquellos para que no se perdieran en mi memoria, quería tenerlos presentes bien cerca de mi. Me gustaba mi vida inalterable en mi memoria, dejar testimonio de mis recuerdos más preciados. Decidí intentar fijarme en los detalles para más tarde, en casa, ser capaz de dibujarlo todo sin excepción alguna, nada debía quedar en el olvido.
De pronto me molestó que fumara. Mis cambios de humor son tan repentinos que ni yo misma los puedo controlar, el humo del tabaco comenzaba a fatigarme de unas maneras tan descontroladas como los cambios de humor que cité anteriormente. Me molestaba que fumara y no tenía explicación alguna para ello. Quité el cigarrillo de sus manos y lo tiré al suelo sutilmente. Vi su cara extrañada y divertida a la vez.

-Si te molesta me lo podrías haber dicho.-me reprochó enarcando una ceja.
-Perdona, ha sido un pronto- comenté avergonzada.
-Me he dado cuenta.

El volver a la conversación me hizo pensar en la hora que era, el sol ya comenzaba a asomarse tras las colinas e iba dejando aparecer los suaves tonos de la mañana.

-Ya es tarde- le dije como en estado de espera, sin saber que era lo que tanto anhelaba- he de irme.
-¿Te acompaño?- hizo una pausa, no apartaba su mirada de mis ojos- no me importa.
-No, prefiero ir sola, necesito despejarme un poco.

Acarició mis labios suavemente con su mano para hacerme guardar silencio. Muy despacio, dulcemente, me atrajo junto a él. Podía sentir su aliento muy cerca de mis labios y su mirada dirigiéndose a ellos. Nos fundimos en un beso tímido, azucarado, hermoso, sincero o quizá un simple beso que a mi me hizo sentir todos esos sentimientos. Y nos quedamos ahí sentados, besándonos a la par que salía el sol hasta que se hizo demasiado tarde y tuve que volver a casa.

3 comentarios:

  1. Oooooooo
    Qué bonito!*.*
    Me gusta mucho tu novela! En serio! Sigue así^^

    ResponderEliminar
  2. Es demasiado perfecto..me da mala espina..

    ResponderEliminar
  3. me esta gustando mucho pero si es tan òpular y eso porque se llama Encerrada en el Olvido..
    en fintendre k seguir leyendo

    ResponderEliminar

¡Comenta!