viernes, 9 de abril de 2010

Capítulo 17

Me gusta recordar una anécdota. La primera vez que mandaron deberes a Gabriel recuerdo que fue el día que mamá le puso la regla de aparatos tecnológicos solo una hora y media después de comer, así que se sentó frente a la televisión del salón trasladó la tele de la cocina también allí, conectó la consola y se puso a jugar mientras veía la tele y escuchaba música con el ordenador. Fue realmente gracioso hasta que mamá le pilló y le obligó a que pusiera la segunda televisión en su sitio. Así ahora las cosas quedan divididas a tres cuartos de hora de tele para ver sus dibujos favoritos después de comer, media hora de jugar con su consola y un cuarto de hora para el ordenador. Pero el niño que es muy hábil le dice a mamá que necesita el ordenador para hacer un trabajo (¡con cinco años!) y le saca una horita más. Claro está que lo de los trabajos es mentira, solo que como ha visto que yo le digo lo mismo cuando me dice que voy a quedar tonta de tanta pantalla pues el niño quiere hacer lo mismo que su hermana mayor.


Dejando a parte el tema de mi hermano, me quedaban dos días de hospitalización y yo me quería quedar allí. Susana -así se llamaba la psicóloga despeinada- seguía visitándome pero había dejado por imposible la idea de que era anoréxica y ahora decía que lo que me ocurría es que era una niña inmadura. Contradicciones de la vida, de la anorexia a la inmadurez en menos de una semana y todo porque me negaba a hablar con ella. En cierto modo, pude dar esa impresión pero no soportaba hablar con personas que no me caen bien, es algo superior a mí, desde niña fue muy clara respecto a lo que eran mis amigos y la línea -enorme por cierto- que los separa de los que son conocidos. Aunque a veces pueda salirme la vena teatral, aunque normalmente con las personas que no quiero hablar o me siento incómoda, no puedo fingir. Algunos pensarán que es un gran defecto y otros que tengo suerte de tener claros mis sentimientos, pero ninguna de las dos son verdad. Para empezar no lo considero ningún defecto, simplemente soy así. Lo de mis sentimientos, bueno entramos en un amplio tema, lo que viene siendo tener los sentimientos claros no es compatible conmigo, normalmente de una media de cinco minutos puedo tener diez ideas distintas y contradecirme veinte veces. Tomar decisiones nunca fue lo mío, siempre dejo que los demás decidan por mí, no suele ser un inconveniente, pero en ocasiones bien es verdad que puede llagar a ser molesto.

El sábado recogí todas mis cosas y el médico me dio la ''triste'' noticia de que continuaría viendo a un psicólogo dos veces por semana pero que Susana no podría atenderme porque trabajaba exclusivamente para el hospital ¡vaya por dios!
La vuelta a casa transcurrió en silencio, y nada más llegar me encerré en mi habitación no tenía ganas de ver a nadie, sentía vergüenza por lo ocurrido días atrás y no quería que nadie sintiera compasión por mí, me apetecía estar sola sin personas agobiándome y preguntándome lo que ya sabían o creían saber. No necesitaba eso, solo relajarme unos días. Mi estómago no aceptaba bien las comidas, comía muy poco y al estar todo el día en la cama no podía dormir por las noches. Mis amigos pasaban a buscarme casi cada día y siempre hacía que mi madre les dijera que no podía salir cada tarde con una razón nueva que ninguno de ellos creía y hacía que las llamadas a mi móvil se repitieran todos los días. No dejaba de preguntarme por que no comprendían que no quería verlos, que estaba muy cansada, cansada de no dormir y a penas no comer, cansada de los estudios, de que nadie me entendiera, cansada de la vida.
Mil veces me pregunte cual era el sentido de mi vida, que haría en el futuro, o si tendría algún futuro. Pasaba el tiempo en la penumbra de mi habitación, oscura porque no quería abrir la ventana que daba a la calle para que nadie me viese, a la luz del pequeño flexo empalideciendo por momentos. Leía y releía los libros que encontraba por mi casa e intentaba pasar la mayor parte del tiempo en mi cuarto. No quería que nadie viese mi aspecto, ojeroso y pálido. Había adelgazado bastante y no me gustaba mi cuerpo tan flaco y blanco. Procuraba no mirarme en los espejos porque me deprimía muchísimo. De vez en cuando conectaba mi ordenador y revisaba los e-mails que me dejaban mis amigos cansados de que pasara de sus llamadas y mensajes. No contestaba a ninguno de esos correos pero el 2 de julio (día después de mi cumpleaños) respondí a un mensaje y otro me dejó muy impresionada, uno era de Aitana:

De: tani_mm
Para: sweet_carolina
Carolina,
No me imagino que tan horrible es lo que te sucede para que no contestases a mis mensajes y llamadas. Iré al pueblo dentro de dos semanas y espero que estés recuperada, porque me dolería mucho llegar y que no quieras verme. No sé si te has dado cuenta de que yo si te necesito a ti, pero al parecer tu te has olvidado de que yo también estoy aquí si me necesitas. Feliz cumpleaños

11 comentarios:

  1. Sos una afortunadamente de buscar el sentido de tu vida a través de la literatura. Sigue escribiendo para que te sigan leyendo tus lectores. Buena suerte.

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  2. ¿Qué novedades hubo con respecto a Carolina?. Si lo puedes contar me interesa. Un afectuoso saludo.

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  3. Me gusta mucho!
    Sigue así y no nos dejes tanto tiempo sin señales de vida!

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  4. Vaya historia!! Muy buena..

    la sigo desde hoy

    Enhorabuena!

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  5. continua la historia... creo que es muy buena! :)

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  6. Extraordinario, me gusta mucho la manera como fluye la historiam con naturalidad, pero debajo de esa frescura la depresión pulsa todo el tiempo.
    Juan
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  7. Me encanta, (:
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  8. Oye felicidades! pq eres una buena narradora y me gusta

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