
Era jueves y por lo tanto un gran día de fiesta e la ciudad, en mi pueblo un jueves la gente estaría acostada a las diez de la noche pero allí los jóvenes se lanzaban a las calles a comenzar su fin de semana. Me encontré con mis amigos en la plaza, únicamente conseguimos aprobar para junio cinco de nuestro grupo de amigos del pueblo, tres debían ir a recuperación en septiembre y los demás eran mayores o menores junto con otros tantos que habían dejado sus estudios antes de obtener el graduado o que llegaron a él y después buscaron trabajo. En los pueblos la mayoría de las veces es así, la gente no siempre anda bien de dinero y se puede costear los estudios y luego están aquellos que simplemente no estudian porque prefieren trabajar. Por lo tanto, los pocos que estábamos nos encaminamos a una discoteca que había en el centro. Una vez allí dieron comienzo a la fiesta, yo no podía beber, mi estómago no dejaba de advertirme que con una copa podía hacer que expulsara hasta el café de la noche anterior, tampoco es que hubiera ingerido mucho más.
A pesar de mi malestar , la noche fue muy bien, nos reímos, bailamos y hablamos como si yo nunca me hubiera ausentado, como hacía dos meses que no sucedía. Me divertí tanto que no quería volver a casa, pero la noche llegaba a su fin. Mi mareo había aumentado en consecuencia de mi inquietud por no haber parado en toda la noche -o eso pensé yo- todos nos alojábamos por la misma zona. Nico, Rubén y Blanca en un hotel que no quedaba muy lejos del piso de mi tía, es más, tenían que pasar por mi calle para llegar hasta él y Carlota tenía que coger una desviación poco antes. Parecía que ya íbamos a casa cuando paramos en la puerta de un local que tenía buena pinta, en la puerta había muchos adolescentes y a todos parecía gustarles. El Pub se encontraba bajando unas escaleras, era el sótano de un bar en el que entraban personas con algo más de edad. Nico y Rubén nos propusieron entrar a tomar algo.
-¡Venga no seáis aburridas!- decía Nico con el propósito de convencernos a Blanca, a Carlota y a mi.
-Vamos a tomar la penúltima- le acompañaba Rubén, y todas le miramos con cara de cansancio- Nunca se dice la última así que siempre es la penúltima, ¡Porfa solo una copa y nos vamos!
Así pues todos bajamos a tomar otra más. El Pub era pequeño y se encontraba abarrotado, casi no había forma de abrirse paso entre los jóvenes, lleno de humo y con luces de neón que creía que harían reventar mi cabeza.
Accedí a tomarme una copa por si ayudaba a mis dolores de cabeza y hacían que me evadiera un poco de los nervios que tenía. Finalmente no fue una copa sino dos o tres y cuando por fin salimos a la calle sentí un frío horrible, iba en manga corta -cosa que a finales de junio es bastante normal- y vaqueros. Sentí como si fuera a caerme y me apoyé sobre Carlota. Tengo vagos recuerdos de lo que sucedió, muchas voces, un dolor intenso que no sabía de que parte de mi cuerpo procedía, imágenes borrosas, recuerdos sin sentido alguno que no era capaz de ordenar en mi cabeza. Después llegan más cosas a mi memoria, más voces, todas distintas, algunos gritos y órdenes, gente que me hablaba y a los que yo no podía contestar, angustia, luces, dolor, sentir estar atada, algo punzante en mi brazo, mi garganta extraña, agobio, los recuerdos se pierden, van y vienen, recuerdo estar muy quieta, nerviosa por no poder responder a toda esa gente y no poder hablar para preguntar que ocurría y solo permanecía la sensación de cansancio, cansancio de estudiar, de pensar, de soñar, incluso de vivir.
Y llegó el momento en el que escuché muchas voces, voces que no conocía y finalmente escuché a mamá gritar. ¿Ya estaba en casa?